domingo, noviembre 30, 2008

BALADA DE LO QUE NO QUIERE SER, PERO SE DEBE FORZAR.

Quod non agit, nec existere
(Lo que no obra, no existe).
Leibniz

Spinoza hablaba de un ímpetus: la tendencia de las cosas, y de las personas, a perseverar en el ser. Una estrategia conservadora: mantenerse, en vez de transformar, en vez de revolucionar. Siempre pensando que es un valor más alto el de permanecer que el de transmutar, porque en nuestro imaginario pervive la idea que es más fácil mantenernos en el surco de la vida, con todas sus miserias, que transformar los senderos de la vida misma, que revolucionar los senderos de la vida, y hacer así de este mundo nuestra morada.
El problema es que los tiempos nos exigen más de lo que nuestra mente conservadora está dispuesta a permitirnos: nuestro tiempo nos pide una revolución, mientras nosotros seguimos pensando en tímidas reformas, nuestro tiempo nos pide transformaciones radicales, cuando nuestro imperecedero conformismo nos dicta la ley de la supervivencia.
Es hora de decir basta, ya tenemos que cansarnos de repetir un libreto que nos condena a la esclavitud, ya debemos tomar el cielo por asalto, y hacer que la vida funcione según nuestras necesidades, en vez de mantener un sistema económico que se perpetua a partir de la insatisfacción de nuestras necesidades.
Hablo del sistema financiero, y de la necesidad de abolir ese sistema financiero. De que el trabajo de millones de hombres no debe ser un pretexto para la riqueza de Sarmiento Angulo, de Julio Mario Santo Domingo, de Ardila Lule, de Álvaro Uribe y de toda esa banda de ladrones legales denominada Estado. Hablo de que la supervivencia de la especie humana y del ambiente mundial, que no depende de mantener las condiciones actuales, sino de transformar las estructuras de la sociedad, de revolucionar el mundo poniendo las cosas en su sitio. Derribar el sistema financiero es erigir al hombre como objetivo y fin de toda actividad, porque, como nuestra propia experiencia nos muestra, el sistema económico, en particular el financiero, funciona a partir de la subordinación del hombre a los intereses del capital y de los capitalistas.
En buen tiempo nos encontramos, porque la crisis económica desatada en la casa misma de la estafa mundial de los bancos, en los Estados Unidos, abre la vía a través de la cual el hombre puede cruzar para alcanzar su libertad. La vía se ha abierto, la revolución hará que se haga una realidad efectiva.
El sistema de mercado, y su plataforma política pseudo-democrática, nos impusieron durante mucho tiempo una escala de valores dominada por el principio del individualismo como valor supremo de la cultura occidental, como la piedra de toque de las libertades modernas. Ahora que este principio del individualismo, y su correlato económico, la lucha de todos contra todos en el campo de batalla del mercado, nos ha llevado a una situación franca de colapso ambiental global, a unos estándares de pobreza que mancillan el sentido común, por cuanto es una pobreza que mora en medio de la abundancia tecnológica y consumista; ahora que el mercado capitalista y su cultura liberal se han derrumbado, en los países económicamente avanzados lo mismo que en los “subdesarrollados”, encontramos que la escala de valores en la que hemos vivido estaba sustentada en realidad en un irracionalismo profundo, contra natura y contra natura humana. ¿Cómo podíamos creer seriamente que la competencia individual en el sistema capitalista de mercado podría generar el bienestar colectivo? Es una cuestión que contradice toda lógica, menos la lógica humana, por la sencilla razón que esta no se haya dominada por cadenas de deducciones conforme a fines, sino por el dictado y el dictamen de la “opinión pública”, y el dictamen de la opinión pública nunca lo hemos decidido nosotros, sino los grandes medios de (no en vano el slogan de RCN es “líder en información, líder en opinión”).
Pero, como bien afirmo el viejo Marx, “todo lo solido se desvanece en el aire”, y tragedias “multiniveles” como las que hemos vivido en los últimos meses, crack del sistema financiero, condiciones laborales ridículas, supuesto “colapso” de las pirámides, represión masiva y permanente, dictadura global e irrebatible de los bancos, todas estas cosas, nos hicieron caer en cuenta, como de golpe, que existe una pirámide gigantísima que domina desde mucho antes que asomáramos la vista en el mundo, y que pretende, a fuerza de balas y alienación, sostenerse hasta mucho después de que nuestro último hálito de vida llegue: la pirámide llamada ESTADO, que se vende a si misma, cada cuatro años en las elecciones, y el resto del tiempo en el sistema educativo, en las iglesias y en los medios, con la falsa promesa de que, invirtiendo solo “civilidad y espíritu ciudadano”, alcanzaríamos las mieles del bienestar general. Esla Pirámide que más beneficios nos ha prometido, y que en cambio solo nos ha dado problemas, nos ha cobrado impuestos a granel, y, cuando hemos decidido desobedecer, nos ha tirado al suelo y ha puesto sobre nuestras caras la dura bota militar.
Cosa paradójica, el “desplome” de las pirámides nos viene a demostrar que esa inmensa pirámide llamado estado nunca a cumplido sus promesas de beneficios sociales, y sin embargo se sostienen y nadie mete el dedo en la llaga e impugna dicho orden de cosas irracional y represivo.
Nuevamente, ese espíritu conservador que anida en nuestra mente y nuestros sentimientos, nos está impidiendo actuar decididamente para parar este orden de cosas. Esperemos que lo que ha sido una constante se vuelva sobre sí misma y estalle en un manantial de rabia reprimida que, de una vez por todas, le devuelva a este pueblo colombiano una dignidad perdida desde su mismo nacimiento.

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